lunes, 5 de enero de 2009

REUTEMANN TIENE PREDILECCION POR LOS GENOCIDAS

A casi 17 años vale la pena releerla completa. No hay sorpresas en ella, ni golpes bajos. Hay sí un mandato de memoria y justicia para todos los militantes populares: "... las huellas no  se  borran, son indelebles. Ellas permitirán un día no sólo revelar plenamente la crónica del horror, sino también someter a sus protagonistas y a los que pretenden borrar impunemente aquellas hue­llas al juicio cierto que palpita en la base de la memoria y la experiencia colectiva.


REUTEMANN

TIENE PREDILECCION POR LOS GENOCIDAS

 

EL país

Un típico represor generado por la dictadura militar, el teniente coronel (RE.) Rodolfo Riegé, es hoy subsecretario de seguridad Publica de Santa Fe

 

No voy a hurgar expedien­tes, no tengo por qué ha­cerlo", respondió el actual ministro de Gobierno de la provincia de Santa Fe, Jaime Belfer, cuando un periodista le preguntó “si estaba dispuesto a conocer las acciones judiciales que involucrarían a la policía durante la gestión de Riegé".

El diálogo, trascripto en El Matutino de Santa Fe en su edición del 12 de diciembre último, fue con­secuencia de las reacciones que se produjeron en los ámbitos políticos y sociales provinciales por la desig­nación del teniente coronel (R.E) Rodolfo Riegé en su cargo de sub­secretario de Seguridad Publica del gabinete del gobernador Carlos Reutemann.

La designación produjo severas respuestas en dirigencias políticas, habitualmente indiferentes ante la tragedia vivida en el país durante la ultima dictadura militar, y ello puede suplicarse porque dirigentes peronistas de antigua militancia fueron testigos del accionar en Rosario del jefe militar, en los años del terror.

Días antes de la designación, Jorge Lelli -candidato a senador por uno de los sublemas del justicialismo en las ultimas elecciones- declaró, y su versión fue recogida por medios locales y nacionales, que el 11 de septiembre de 1981 había tenido que sacar de Rosario en el baúl de su automóvil al actual  presidente Menem, para evitar su detención por parte de la policía local, cuyo jefe era entonces el teniente coronel Riegé.

En igual sentido se manifestaron el diputado provincial Rubén Dunda y su colega nacional Oscar Lamber­to, e inclusive el bloque de diputados justicialistas que, en forma unánime expresó su “profundo males­tar" por la designación de Riegé y encomendó al presidente de la Cá­mara, Carlos Bermúdez para que transmita ese mensaje a Reutemann".

Por otra parle el diputado radical Santiago Mascheroni presentó un proyecto de resolución en la Cáma­ra baja propiciando que se soliciten informes a distintos organismos de derechos humanos, incluyendo la subsecretaría de Derechos Huma­nos de la Nación, sobre la actuación del coronel Riegé en el periodo 1976/91. Al fundamentar su iniciati­va el citado diputado recordó que el nombramiento de Riego motivó "...la preocupación de hombres y mujeres de todo el espectro políti­co".

Organismos de Derechos Huma­nos de Rosario y Santa Fe no esca­timaron criticas por la presencia del militar en las más altas responsabili­dades políticas  de la provincia cubriendo el área de seguridad pública, en la cual se había desempeñado durante el último gobierno militar

En efecto, durante al Mundial 78 cumplió  tareas de asesoramiento “técnico y de seguridad", según declaró en un medio local expresando que "Desempeñé tareas exclusiva­mente relacionadas con la parte técnica de la segundad, el cultivo del pasto (sic),   la guarda de las de­legaciones.

Es particularmente  llamativo que en esas funciones  se haya desempeñado durante un periodo de "alrededor de ocho meses" de acuerdo con sus propias declaraciones.

En diciembre de 1979 regresó a Rosario como jefe de la Unidad Regional II  con asiento en la jefatura de policía que fue sede de un Cen­tro Clandestino de Detención (CCD) registrado con el número 256 en la investigación realizada por la CONADEP y publicada en el libro “Nunca Más". En este centro actuó un antecesor patéticamente recor­dado por su ferocidad que declara­ba "dialogar sólo con plomo": el co­mandante de Gendarmería Agustín Feced.

La misión del teniente coronel Riegé se prolongó hasta diciembre de 1982 y en ese periodo continua­ron las aberrantes prácticas que caracterizaron las acciones perpetra­das por la última dictadura militar. Como parte de las estrategias aplicadas se controlaron las expresio­nes populares que durante el go­bierno del general Viola comenzaron a concretarse. Actos políticos realizados en el ámbito provincial terminaron con cientos de sus parti­cipantes detenidos (Julio 1981); vio­lenta represión en el acto organiza­do por la CGT, el 1 de mayo del 82, durante el comienzo de la aventura de Las Malvinas; agresión con ga­ses y bastones a los manifestantes que participaban en la “Marcha por la Vida" (octubre 1982), persecución a adherentes de los organismos de Derechos Humanos; privaciones ile­gitimas de la libertad y tormentos aplicados a detenidos.

Algunos de estos hechos perma­necen en la memoria de las victi­mas y en la de los militantes popu­lares, otros fueron denunciados a la justicia. Así se registraron 41 presentaciones en el Juzgado de Ins­trucción de la primera nominación en el período correspondiente a la actuación de Riegé el 21 de abril

de 1980, la muerte dudosa de Rafael Boyanovsky; el 23, la muerte de dos N.N. y la detención y violación de Nelida Zapata. Siguen las muertes dudosas de Bruno Martín (24 de abril), la de Manuel Fernández (7 de julio), Mauricio Vaingotz (22 de julio).

El mismo día una nueva muerte NN; dos días más tarde la de Ma­ría Luisa Perdomo. En noviembre del año 1980 se registra la privación Ilegítima de la libertad y robo a Luis Cabañas, la muerte dudosa de Gui­llermo Grant, la de José Herminio Bergas y la de Roberto Francisco Janón.

En marzo de 1981, la muerte de Germán Aníbal Cuello, la de Oscar Omar Godoy y la privación ilegítima de la libertad seguida de muerte du­dosa de Juan Josa Hirsfeld, En ju­nio del mismo año las muertes de Manuel Vicente Colazo, Ruperto Al­berto Brito, Mario Rodolfo González y Carlos Oscar Figueroar

Desde enero hasta agosto de 1982, las muertes de Aída Troilo de Martini, Juan Alberto Cabrera, An­gela Correa de Juárez, Horacia Mugabena, Gabriel Mercado, Julio Marcelo Machado, María Laura Ragazzo.

El retorno de Riegé tomo subsecretario de Seguridad Pública es hoy motivo de seria preocupación porque los métodos aplicados du­rante su gestión anterior -aunque atenuados- no han sido radicalmente suprimidos de la práctica corriente de la policía provincial- y, si entonces, el militar recientemente designado formó parte del aparato represor que desconocía los dere­chos individuales y sometía a todo tipo de vejámenes al pueblo, hay fundados motivos para pensar que no sólo carece de la aptitud demo­crática que la función reclama, sino que también no ofrece la garantía necesaria para que no se reiteren algunos de aquellos brutales procedimientos.

La seguridad de todos los ciuda­danos de la provincia depende, pues, de la instrumentación que pueda establecer un militar que par­ticipó con una de las más altas res­ponsabilidades -jefe de policía- de la cacería humana que la dictadura militar articuló en nombre de la “Doctrina de Seguridad Nacional" y que asoló al país entre 1976 y 1983.

Resulta particularmente ingrato verificar el retorno de los ejecutores de esta política abyecta en los cua­dros de conducción de los gobiernos elegidos por el pueblo. En Santa Fe la sorpresa de la designación de Riegé se diluyó porque otros funcionarios de la última dictadura militar también fueron convocados por el ex fórmula 1 Carlos Reutemann, para administrar la provincia. El ministro de Hacienda y Finanzas, contador Juan Carlos Mercier, desempeñó el mismo cargo en el último tramo de aquel gobierno.

Es evidente la existencia de la asociación “economía-seguridad”  estrechamente sellada en un territorio que cuenta con importantes re­cursos materiales y una de las ta­sas de desempleo más altas del pa­ís -se traducen en miseria y marginación-, y en el que la política de los gobiernos es incapaz de definir un programa y un compromiso, no ya para los desposeídos sino para los diversos sectores productivos.

Esta situación resulta, además, un insulto para la memoria y el jui­cio histórico, con el agravante de que el actual intendente de Rosario avaló la designación de Riegé.  En efecto, en su edición del 13 de di­ciembre, el diario La Capital de esta ciudad, publica la siguiente noti­cia: El intendente Héctor Caballero  afirmo que la actuación que concretó Riegé en Rosario “es diferente de la que se está publicando en los diarios. A mi juicio, él fue quien desmanteló al aparato represivo exis­tente...".

El intendente socialista cree que en la dictadura militar hubo dos etapas: una mala y otra buena. En la primera -según su opinión-  se produjeron todas las atrocidades que sembraron de cadáveres el país, todas las atrocidades que cubrieron de espanto a miles de hogares   todas las atrocidades que produjeron estupor en el mundo.

Es la etapa habría terminado -según cree el intendente de Ro­sario -el 19 de diciembre de 1979, fecha en que asumió sus funciones de jefe de policía, el teniente coronel  Rodolfo Riegé.

La otra etapa, la buena -siem­pre en la opinión de Cavallero—, se prolonga hasta la renuncia del cita­do militar, el 29 de diciembre de 1982 y entre ambas fechas -tres años separan una de la otra- la Justicia fundamentaría el accionar de los genocidas.

Obviamente no fue así. En la dictadura no hubo dos períodos si­no uno definido por [a homogeneidad de sus procedimientos y la co­herencia de su ideología.

El teniente coronel Riegé cubrió el tiempo de borrar las huellas de los delitos cometidos. “La lucha ar­mada está llegando a su fin. Quiero que se entienda bien, no está lle­gando a su fin el poner término a los excesos de la represión, lo que está llegando a su fin es la lucha armada contra elementos arma­dos de la subversión", declaro Vide­la a la prensa extranjera.

Las "excesos" fueron la esencia del gobierno de la "reorganización nacional” y sus responsables fueron tan soberbios en el ejercicio totalitario del poder y el uso asesino de las armas como pusilánimes ante la  inexorable sanción del pueblo y de la historia.

Pero las huellas no  se  borran, son indelebles.

Ellas permitirán un día no sólo revelar plenamente la crónica del horror, sino también someter a sus protagonistas y a los que pretenden borrar impunemente aquellas hue­llas al juicio cierto que palpita en la base de la memoria y la experiencia colectiva.

Ante ese juicio comparecerán los "Cavallero" y los Riegé. Conocere­mos entonces, quizá, las razones por las cuales el intendente de Ro­sario ignora que el aparato represi­vo que Riegé convalidó en su fun­cionamiento no ha sido aún, en sen­tido estricto, desmantelado, pese a los reclamos que permanentemente efectúan los organismos de dere­chos humanos y que la militancia popular exige como condición ina­pelable para intentar el estableci­miento de la Justicia, en una socie­dad cuyos diligentes no la recla­man.

Es claro desde ya que las limita­ciones en el accionar de las bandas represivas a partir del pronuncia­miento del 30 de octubre no ha im­pedido la permanencia de muchos de sus actores -disfrazados o encubiertos con las telas de la democracia- en las más encumbradas gestiones de gobierno y que esas bandas revalidan su pasado merced a la impunidad que les  otorga el estado de derecho.

El retorno del pasado –Riegé, Mercier y otros a lo largo y ancho del país- debería sublevar a los “hombres dignos". De hecho no es así.

RUBÉN NARANJO

Rosario

Periódico de las

MADRES DE PLAZA DE MAYO

1992

No hay comentarios:

Publicar un comentario